martes, 26 de abril de 2016


El Castell de Guadalest, maravilla sobre la roca


Vista desde el Castillo de San Jorge, uno de los pueblos más bonitos de España

Y con la mayor concentración de museos nunca vista...

Hay veces que es muy difícil describir una imagen con la o las palabras, Y eso me sucede con este pueblo de Alicante, considerado "entre los más bonitos de España" como así lo asegura el reconocimiento que recogió el 26 de marzo de 2015, de la organización del mismo nombre, pero también como el "Mejor rincón 2013 de la Comunitat Valenciana" de la Guía Repsol. Sin embargo, no es necesario que lo diga nadie por escrito ya que un simple vistazo atestigua su belleza, entre sierras, a un paso del Mediterráneo y dentro de la roca.... ¿O sería en lo alto?.... En fin, que de tan impactante, resulta indescriptible.
La visita al Castell de Guadalest bien merece un día. Si pueden ser más, mejor. En mi tierra dicen que "quant més sucre, més dolç" (cuanto más azúcar, más dulce), lo que no por obvio deja de ser menos cierto. Situado en la provincia de Alicante, el municipio está situado sobre un peñasco a 595 metros de altura y rodeado por las sierras Xorta, Serella y Aitana. De puede llegar bien desde Callosa d'en Sarrià (donde de paso se puede uno acercar hasta las Fonts de l'Algar) o bien desde La Nucía, que para mí aunque más larga, la carretera es más accesible. Y turístico, mucho. Con varios parkings organizados a la entrada, por lo que pagas dos euros al día y lleno, bastante lleno.

El recorrido se hace sobre los dos barrios: el del Castell o la Vila --intramuros-- y el Raval --exterior-- y se puede prolongar si se decide bajar hasta el pantano y darle la vuelta ya que, aunque cortito de agua, es una auténtica belleza. Y si no, juzgad vosotros mismos:

Vista del pantano de Guadalst desde la presa
Pantano de Guadalest
Sin embargo, esta visita se puede alargar un "poco-bastante más" en el caso de decidir entrar a todos y cada uno de los Museos que hay en la localidad que, cuanto menos, podrían ser calificados de "curiosos": el de los saleros y pimenteros, el de la tortura y la pena capital, el del Belén ecológico y las casitas de muñecas; el Ribera Girona; el etnológico y cómo no, el Museo de Miniaturas (microgigante) --con las Tres Gracias talladas en una tiza-- o el de Microminiaturas, con la torre Eiffel en el ojo de una aguja, entre otros ejemplos.

   En nuestro caso decidimos no entrar a ninguno porque preferimos ver paisaje y pueblo. Al núcleo histórico, que es el del Castell, se accede por un túnel excavado en la roca natural o Portal de Sant Josep.

Entrada al barrio del Castell por un túnel excavado en roca natural
Entrada al Castell en el Castell de Guadalest
Y al acceder a través del túnel se llega a la parte antigua:

Portal de Sant Josep
Portal de Sant Josep
El conjunto histórico está formado por distintos elementos como la Iglesia, el Ayuntamiento o la Casa Oruña, una mansión señorial cuya visita se podría eliminar de lo que hay que hacer en la localidad, pero resulta que es paso obligado para subir a los restos del castillo de San José, conquistado a los musulmanes por Jaume I y desde donde, de verdad, se consiguen las mejores vistas. La entrada son cuatro euros los adultos y dos los menores. Del castillo no queda prácticamente nada ya.

Una de las mejores imágenes del Castell de Guadalets
Panorámica del Castell
Desde la Casa Orduña
Restos de la antigua forticación

Sin embargo, la subida, con las paradas de las estaciones del Vía Crucis o la entrada al cementerio, merece la pena.

Desde la Casa Orduña, embalse de Guadalest
Embalse de Guadalest desde la Casa Orduña
Y ya, una vez descendido el Castillo, desde la Plaza, diversos miradores permiten admirar todo paisaje: las sierras y otras perspectivas de la fortificación. 

Casas intramuros
Casas "intramuros" en Castell de  Guadalest
Castell desde uno de los miradores
El castillo de San José




Y desde allí, recomiendo acercase hasta Benimantell, un pequeño municipio a escasos dos minutos en coche donde está el restaurante Venta La Montaña, considerado como uno de los restaurantes con más solera del valle, en una antigua hospedería que mantiene el sabor de lo tradicional. La 'olla de blat', buenísima, al igual que los postres y el trato de la familia que lo regenta. Una amabilidad envidiable para acabar la visita. ¿Os animáis?





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