UNA SEMANA NO SERÁ SUFICIENTE...
JULIO 2015
Panorámica de Mont Saint-Michel. |
Este verano especial cumplimos dos de nuestros deseos, quemar GPS recorriendo en coche tres zonas de Francia: el Loira, que expliqué en un post anterior, Bretaña y más tarde Normandía, que ocupará otra entrada. Este último tramo de las vacaciones fueron seis días completos de esencia celta, la magia megalítica y gastronomía, que creo que se quedaron cortos, porque nos faltó subir al norte, a Roscoff y Ploumanac´h y ver la costa de granito rosa, que debe ser increíble.
Os pongo todo el recorrido para que os hagáis una idea:
DÍA 1: Partiendo de Langeais, en el Loira, salida a Angers y Nantes. En esta capital dormimos en el Hotel Le Cambronne. Discreto pero céntrico y con parking incluido, por 72 euros la noche.
DÍA 2: Rochefort en Terre, considerada una "pequeña ciudad de arte" (con encanto) y Vannes, donde hicimos un pequeño crucero por el Golfo de Morbihan y después visitamos la ciudad. Yo tenía un interés especial porque en su catedral está enterrado San Vicente Ferrer, santo valenciano tremendamente venerado en la Comunitat. Dormimos en un Premiere Classe, por 45 euros.
DÍA 3: visita al "país de los megalitos", en Locmariaquer y Carnac, una delicia, y las localidades de Pont Aven, Concarneau y Quimper, donde también nos inclinamos por un Premiere Classe, por 41 euros. Para mí, Pont Aven es uno de los pueblecitos con mayor encanto que he visitado jamás, que deja respirar todo el ambiente de los antiguos pintores que se inspiraron en sus calles.
DÍA 4: una ruta de casi una hora hasta llegar a Pointe du Raz, bajo una intensa lluvia que nos dio un respiro al llegar para admirar la costa y de ahí volver marcha atrás para, por otra carretera, alcanzar Locronan en primer lugar y después Josselin, otras dos ciudades de arte. Magníficas. También teníamos interés en localizar "Brocelandia", el país del rey Arturo, el castillo de la Dama del Lago y hacer un pequeño recorrido por los bosques para buscar la fuente de la eterna juventud. Pero no. Fue una decepción continua de dar vueltas, no localizar gran cosa y llegar algo tarde.
CONSEJO: dirigirse a Paimpont, centro vital de este ruta con un centro de interpretación desde el que quizá os podáis organizar mejor.
De ahí partimos a Rennes, donde teníamos el alojamiento en el Hotel Voltaire, a las afueras y por 116 euros las dos noches dos habitaciones. Muy discreto.
DÍA 5: Rennes (la ciudad que menos me gustó de toda la ruta), Dinan, Dinard y Saint Malo (demasiado turística a mi juicio). Pudimos contemplar la rapidez con la que suben las mareas, algo tan rápido, que los socorristas se deben emplear a fondo para alertar a despistados.
DÍA 6: Vitré, Fougères y Saint-Michel, donde dedicamos toda la tarde a recorrer la abadía y sus calles. Tuvimos una suerte tremenda, primero porque llegamos a tiempo a una visita guiada en español gratuita (la única en nuestro idioma en más de dos semanas desde que salimos de casa) y porque al día siguiente la huelga de ganaderos franceses cortó todos los accesos.
CONSEJO: Puede parecer un viaje extremadamente condensado, sí, pero algo vital cuando se dispone de tiempo reducido es madrugar y acostarse tarde. Sí, sí, son vacaciones y hay que descansar. pero para eso también está la playa, ¿no? Y el resto del mes, si es que se dispone de él. Uno de mis lemas es que ya descansa uno bastante cuando se muere. Amén.
Por si os interesa, os especifico con más detalle:
***ANGERS: La ciudad está aún propiamente en el Valle del Loira, pero la incluyo como inicio de nuestra ruta. Tiene una fortaleza increíble, con unas torres muy bien conservadas y en el interior, el Tapiz del Apocalipsis de San Juan... Del siglo XIV, que ocupa un ala continua de un edificio, que se mantiene en penumbra y con temperatura constante bajita para preservar los colores... Qué decir, absolutamente impresionante!!!
Detalle del Tapiz del Apocalipsis en el Castillo de Angers |
Exterior de la Fortaleza |
***NANTES: se extiende también a lo largo del Loira y es famosa por ser el lugar de nacimiento de Julio Verne. Llegamos a principios de tarde y nos dio tiempo a dar una vuelta por toda la ciudad, en primer lugar, a Les Machines de l'Illê, donde la atracción es un elefante mecánico de 12 metros de alto, en el que se puede subir, y que da un pequeño recorrido por este parque.
No fue fácil sacar una buena fotografía, por la cantidad de gente esperando a su paso y porque, además, lanza agua!!! |
En el centro recorrimos el Palacio de los Duques de Bretaña, gratuito, no sabemos si quizá por ser 14 de julio, Día de Fiesta Nacional. Por nosotros, genial... Casi lo mejor, el desayuno del día siguiente, tras dar vueltas porque no había nada abierto, entramos en La Cigale, por fuera, una pinta espectacular que daba reparos por si se disparaba el presupuesto. Al final bueno... pagamos 15 euros pero con tarta y chocolates incluidos.. No está mal por el ambiente!!!
Una profusa decoración con azulejos en La Cigale |
Todo tipo de mermeladas para el desayuno |
Por cierto, en Nantes compramos por fin unos macarons decentes y a un precio decente, con su pie perfecto y su cubierta todo lisita.. 3,5 euros tres. Llegué a verlos por 3,20 uno. Lo juro!!!
Y seguimos de ruta --hora y cuarto-- para llegar a Rochefort en Terre, un pueblo cuyo aspecto actual resulta surgido de un concurso cuando un pintor americano decidió premiar la más bella casa de granito cubierta de flores.. Y así ha quedado, ¿no es una auténtica pasada?????:
Panorámica de la plaza principal |
Detalle de decoración de una de las casas |
Otra visión de la misma plaza |
Con ya el tiempo justito, partimos hacia Vannes, a poco más de media hora, donde habíamos visto que el crucero que nos venía bien para recorrer el Golfo de Morbihan salía del puerto hacia las 14.30 horas. Nos tuvimos que conformar con una vuelta con explicaciones únicamente en francés (es increíble qué poco cuidado que tienen con ofrecer facilidades en otros idiomas) y un folleto en castellano. Pero nos apetecía muchísimo así que, pagamos 63 euros con Navix, 'la compagnie des îles et du golfe du Morbihan', y a embarcar!.
En los puertos del Golfo hay multitud de compañías y posibilidades de recorrerlo: con parada en islas, sin parada, con llegada a la Belle Ile en Mer... Para todos los gustos. Desde el barco se pueden ver muchos restos de megalitos y menhires. Fue nuestro "pequeño kit kat" del día. La comida, los bocatas que llevábamos en la mochila. no sirven a bordo.
Y aquí nuestras fotos:
El golfo, según la leyenda, posee tantas islas como días del año y solo dos son del municipio. El resto son privadas, reservas o sitios de megalitos. Solo siete están habitadas |
Línea de restos de megalitos en una de las islas |
Ya de vuelta, tras registrarnos en el hotel volvimos a coger el coche para visitar la localidad, en especial, la Catedral de San Pedro, donde está el sepulcro de San Vicente Ferrer, santo valenciano que predicó aquí y murió en 1419.
Detalles de dos viviendas con la catedral de San Pedro al fondo de y de Vannes y su esposa, sobre una casa del siglo XVI y que se han convertido en emblema de la ciudad.
Antigua muralla y jardín |
Cerca de Vannes, se encuentran Locmariaquer y Carnac, que se consideran uno de los centros más importantes del mundo en cultura prehistórica. Sencillamente impresionante. En Locmariaquer es necesario pagar entrada para verlos: El Grand Menhir brisè (fragmentado) o la Table des Merchants (La mesa de los comerciantes) y la cámara mortuoria con losas escritas y usada como tumba colectiva. Están todos en el mismo espacio. Si no se dispone de tiempo, quizá sea preferible saltarnos esta parte.
Uno de los grandes menhires en Locmariaquer |
Los de Carnac están protegidos por vallas por lo que se pueden visitar con total tranquilidad bordeando el perímetro. En el caso de contratar audioguía, se permite el acceso al interior. Nosotros hicimos el recorrido por fuera. A la entrada existe la posibilidad de contratar un recorrido en los típicos trenes turísticos. No lo cogimos pero yendo con niños más pequeños es una buena idea porque no necesitas coger el coche para desplazarte de tramo a tramo, y no vi que la el recorrido fuera caro.
El más extenso de los monumentos es la alineación del Ménec
Alineación de Ménec, 1.099 menhires dispuestos en 11 filas. |
Kerlescan, una columnata de 555 piedras que termina en semicírculo de 43 menhires. |
Gigante de Manio, de seis metros. |
De ahí seguimos ruta hacia la izquierda, a la península del Quiberon, de 14 kilómetro,s que nos recomendaron seguir en la Oficina de Turismo para empezar a ver algo de la Côte Sauvage. El recorrido es precioso. Y la gastronomía, llevábamos esperando un tiempo: los moules et frites, que suelen costar entre 10/12 euros el plato, pero que con eso, ya vas bien servido. De sobra.
A la vuelta a casa, busqué la receta y preparé una cena bretona-normanda para mis amigos |
Y alguna imagen de la costa, para que veáis que merece la pena:
Y ya fuera completamente de lo que habíamos previsto, nos dirigimos a Pont Avent, para lo que tuvimos que desandar parte del camino. Uno de mis lugares favoritos del viaje, cuna de artistas, toda la localidad es una auténtica galería de arte y cuenta con más de una treintena de galerías.
Sobre el estuario del río Aven, está salpicada también por los restos de algunos molinos. El Bois d'Amour ofrece un recorrido a la largo del río donde se muestran los puntos donde se inspiraron algunos autores para hacer sus obras, acompañados de poemas. Un goce para los sentidos.
Y la última parada antes de llegar a Quimper, en Concarneau, una ciudad pesquera donde en el centro del pueblo se erige la ciudadela fortificada de Ville-close. Una pena no haber podido estar más tiempo porque lo merecía...
Entrada a la fortaleza en el Puerto |
Las famosas galletas bretonas, por todos los lados |
La noche, la dedicamos para recorrer durante unas horas Quimper, capital de Finistère, con una atmósfera típica bretona y una de las primeras catedrales góticas de Bretaña. De hecho, tuvimos la suerte de disfrutar de las dos cosas: de la catedral y de un espectáculo de música y baile gratuito en el recinto exterior de la seo, que nos sedujo completamente.
Esta imagen de Quimper aparece en la portada de mi guía. La conseguí tal cual!!! |
Danzas bretonas con trajes típicos |
Cuando una se empeña en algo, hasta que no lo consigue no para. Y así me pasó con el Pointe de Raz, que en mi guía figuraba con dos estrellas. Así que sí o sí, con una fuerte lluvia, nos desplazamos hasta allí, a una hora de Quimper y pagando una buena entrada por el parking.. Y eso que es un espacio natural.
La lluvia nos dio algo de tregua y pudimos ver la inmensidad de un paisaje espléndido. Faltan palabras para describirlo. Desde 1995 está sometido a un proyecto de restauración ambiental que eliminó edificaciones de los 60, delimitó la zona para aparcamiento y recepción de visitantes y utilizó técnicas de repoblación que permitió la recuperación de la vegetación en un paraje con cerca de un millón de viajeros al año.
El faro, al fondo |
Desde ahí y hacia atrás, tomando la D765 llegamos a Locronan, otra pequeña ciudad de arte donde el parking para todo el día nos costó 4 euros y a la que solamente pueden entrar en coche los residentes. Es una divinidad de localidad, al estilo de las anteriores.
La Grand'Place, un conjunto arquitectónico con casas de estilo renacentista, incluye la iglesia de Saint Ronan y la chapelle du Penity, conectadas entre sí.
Y aquí aprovechamos para comer las mejores crepes y galettes --similar pero con harina de trigo sarraceno-- dulces y saladas en Le temps passé. Había una larga cola a la entrada pero esperamos y mereció la pena porque fue rápido y bien de precio, teniendo en cuenta que también pedimos la deliciosa sidra dulce.
Crêperie Le temps passé, en Locronan |
Tiene buenas recomendaciones en Tripadvisor y Michelin |
La ruta nos trasladó posteriormente a Josselin, un pueblo del que dicen que tiene uno de los más célebres castillos de Bretaña aunque cuyo interior no pudimos ver por falta de tiempo. También un museo de muñecas, con más de 500 y unas casas de madera preciosas.
Exterior del castillo de Josselin desde el río |
Lo peor del viaje, las vueltas para intentar localizar el Castillo de Comper, en un paraje privado y en cuyo interior la tradición dice que está la tumba de Merlín y la fuente de la Juventud. Aconsejo ir hasta Paimpont y desde allí organizar la visita. En otros blogs tampoco he leído comentarios muy favorables a esta búsqueda. Personalmente, esta última localidad resulta demasiado turística, con alquiler de canoas y me dio la impresión de paraje de multiaventura, pero el lago--no el de la Dama-- me pareció precioso.
De ahí nos fuimos a Rennes, donde dormíamos por dos noches. Después de todo lo recorrido, no fue la ciudad que me esperaba, excepto el propio centro. Claro, ya es gran ciudad, más impersonal, pero resultó un buen punto desde el que movernos por esta parte de Francia.
Una vista rápida y a dirigirnos hacia Dinan, otra pequeña localidad de arte, un burgo medieval atravesado por el río Rance, con una parte, la ciudad vieja con casas y palacios alineados y la Tour de l`Horloge, con un reloj de 1498. Un paseo por las murallas, imprescindible, y sentarse en una mesa a ver el murmullo de los visitantes, también.
Casas con los soportales de madera, alineadas unas frente a otras
Centro Histórico |
A un paso está Dinard, ciudad turística convertida en una exclusiva estación balneario, que destaca por estar situada en la Costa de Esmeralda, en el lado opuesto a Saint Malo, e interesante para dar un pequeño paseo por la zona del puerto, desde donde salen barcos para hacer rutas que llevan hasta el Cap Fréhel, otro de los puntos pendientes de la ruta.
En Dinard vimos el claro efecto de las mareas:
Y los vestidos bretones aún más de cerca:
El día terminó en Saint Malo, localidad turística donde las haya, que quedó destruida por bombardeos en la II Guerra Mundial y tardó cinco años en reconstruirse desde 1948. Está rodeada de bastiones, murallas y fuertes sobre la mar. Sin embargo, lo que más nos impresionó fue los efectos de las mareas, que en cuestión de minutos dejan incomunicados a despistados en un islote en medio del mar, si no se está atento a la advertencia de los socorristas.
Una de las entradas a Saint Malo. El interior, lleno de tiendas de lujo |
Ese islote, pocos minutos antes estaba comunicado con la costa |
Al fondo, los socorristas cortan el paso porque la marea cubrirá de agua el camino en breve |
Y la última jornada para visitar otras dos ciudades históricas: Vitré y Fougères, y para acercarnos hasta la joya de Francia, y seguramente de los monumentos más visitados del país, Mont Saint-Michel.
Vitré tiene un casco urbano pequeño, que permite recorrerlo a buen ritmo si no visitas el castillo.
El castillo bajo las nubes |
El centro histórico está plagado de casas con armazón de madera y puertas en arco, concentradas por la actividad de los antiguos moradores.
Pero, para mí, Fougères tiene más encanto, solamente ya por su castillo medieval, sobre un promontorio rocoso que impresiona y porque el recorrido alrededor de las murallas permite unas vistas increíbles...
El viaje toca a su fin con la visita a Mont Saint-Michel. El parking, obligatorio, 12,5 euros. El ticket, 9... y la comida, de mucha menor calidad que en Locronan y a base de crepes, fue de 54 euros.
La sorpresa fue la visita guiada gratuita en castellano que con la que recorrimos todo el monumento, una abadía dispuesta en torno al monte de forma piramidal, que permite desde lo alto una vista de la inmensidad de la abadía donde se instalaron los benedictinos en el siglo X. Llegó a ser usada como prisión y resistió a todos los ataques ingleses. Desde 1979 es patrimonio mundial de la Unesco, y no es para menos...
Y ya, antes de habernos ido... con ganas de volver porque, como se suele decir, lo bueno es dejarte algo por recorrer, para poder regresar...
HASTA PRONTO Y FELIZ VIAJE!!!!
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